Los conflictos en la familia

Los conflictos en la familia

Los conflictos surgen cuando dos partes discuten por alguna cuestión y se enfrentan desde posiciones opuestas, luchando desde sus posiciones olvidan los intereses comunes. Cuando estos conflictos surgen en el seno de la relaciones entre padres y madres con sus hijos e hijas se genera un gran malestar, de cómo lo gestionemos determinará en gran medida nuestra relación en el futuro.

Mostrarnos dispuestos a escuchar a los demás y reconocer que no lo sabemos todo y reconocerlo es fundamental porque permite que abramos nuestras mentes para aprender de otras personas.

Todo nuestro mundo gira en torno a nuestras relaciones interpersonales, somos seres sociales precisamos del grupo para crecer y desarrollarnos como personas. La relación entre padres y madres con sus hijos e hijas es el modelo que guiará nuestra forma de relacionarnos con otras personas ya sea en el plano afectivo o profesional.

Educar es un aprendizaje reciproco, enseñamos a nuestros hijos e hijas al tiempo que aprendemos a ser padres y madres. Educar implica permitir que nuestros hijos e hijas tengan su propia personalidad, alcancen sus propias conclusiones, cometan errores aprendiendo de ellos. Para fomentar la responsabilidad debemos fomentar su autonomía, dando oportunidades para que actúen libremente indicándoles que confiamos en ellos y ellas.

Los problemas de comunicación están en la base de todos los conflictos de familia, romper el diálogo en etapas cruciales como la pubertad o adolescencia puede implicar una pérdida de comunicación definitiva y generar graves problemas en la convivencia familiar.

Debemos estar siempre abiertos y abiertas al diálogo, ya que es la única forma de encontrar el interés común. Dialogar implica hablar sin imposiciones (decirle a un hijo hija adolescente “…porque lo digo yo” puede ser como una carga de dinamita que acaba explotando en nuestras manos), debemos escuchar activamente su opinión, permitirles expresar sus sentimientos, deseos y preocupaciones, sin enjuiciar.

Escuchando activamente sus argumentos, les otorgamos valor y, así, con el ejemplo les enseñamos a respetar la opinión de otras personas porque de lo contrario ellos y ellas aprenderán a desatender nuestras opiniones y el conflicto irá en aumento. Cuando les escuchamos no implica tener que asumir su opinión sino respetarla y darle valor.

Educar significa ir adaptando nuestro comportamiento, nuestra comunicación al ritmo de nuestros hijos e hijas, como adultos y adultas debemos adaptarnos a ellos y ellas. Debemos negociar con ellos y ellas porque sus necesidades evolucionan y porque para desarrollarse tienen que tener su espacio y habrá que redefinir los limites personales para que la libertad individual no merme la libertad del resto de los miembros de la familia.

Ellos y ellas están desarrollándose como personas nuestra función como educadores es ayudarles en ese largo y complicado proceso. En nuestras manos está vivir la relación como un enfrentamiento o como una experiencia enriquecedora.

Loreto Puente
Psicóloga titular de Integral centro terapéutico
Colegiada G-4369